CRÓNICA DE UN VIAJE A NINGUNA PARTE: CANARIAS COMO CÁRCEL COLONIAL

Se había preparado para un largo e incierto viaje, para enfrentarse al mar tormentoso, su cuerpo está habituado al hambre, al duro trabajo, a pasar frío y calor… pero no estaba preparado para lo que está sufriendo en este lugar de ignominia, de no vida, de humillación y barbarie.

No sabe si esta noche volverá la policía con cualquier excusa para despertarlo a golpes o para llevarle al aeropuerto para ser deportado o para encerrarlo en el CIE del que dicen que es peor que este lugar o trasladarle a un nuevo campamento o quizás sea la tormenta la que entre en la carpa y lo empape todo. Desconoce lo que pueda pasar en cualquier momento, tiene miedo y no tiene a nadie que le reconforte, siente como nunca la soledad y el rechazo.

El rechazo de quien le tenía que acoger y ahora le oprime, no entiende porque le tratan como a un animal, porque este racismo que le trata como a un criminal sin haber hecho nada, nadie le explica nada sobre su futuro, no sabe dónde estará mañana. Puede caminar por este país extraño, en círculos, de sol a sol, pero no tiene ningún control sobre su vida, no puede salir de la isla, es un muñeco de trapo en brazos de una fotogénica voluntaria de una ONG, un pelele al que vapulean los tertulianos en un plató de televisión, un decimal en las estadísticas, un nadie.

Esta es la realidad que pesa como una losa sobre las miles de personas migrantes que se han quedado varadas en las islas, especialmente las que se encuentran en los distintos campamentos de la barbarie creados para almacenarlas, clasificarlas y después expulsarlas. No hay otro plan. Primero alejarlas de las miradas, les afean el paisaje, nos contaban que algunos hoteles dónde se alojan personas migrantes han quitado los rótulos con el nombre del establecimiento, no quieren que su imagen se manche. Después maltratarlas lo suficiente para que no puedan sentirse acogidas, estabuladas en blanquísimas carpas que escondan su negritud, criminalizar para justificar el maltrato que reciben, despojar de su humanidad para que el miedo sustituya a la dignidad en sus miradas.

Esto no sería posible sin políticas institucionales racistas, sin directrices muy concretas de los Ministerios del Interior y de Inclusión (qué paradoja de nombre) de un gobierno que se dice progresista, sin la complicidad del resto de instituciones directamente afectadas y de las ONG Cruz Roja y ACCEM que supuestamente deben atenderlas, sin la labor represiva de los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, sin los medios de comunicación y partidos políticos azuzando a la población para que vean un problema de seguridad en lugar de una emergencia humanitaria y la falta de voluntad política.

Toda la maquinaria de un estado democrático actuando como una apisonadora de los derechos humanos, así no extraña que miles de personas migrantes esta noche no puedan conciliar el sueño por miedo a que sus peores pesadillas se hagan realidad.

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.